Leer a Eduardo Galeano siempre me trae consigo placer y aprendizaje, aprendizaje y placer. Con enorme sencillez y lenguaje poético cuenta pequeñas historias en su libro "Los hijos de los días" y entre ellas el cuentecito que recojo. Es un libro para ser leído abriéndolo al azar, muchas veces, tantas como se quiera, y sea cual sea la página que el azar haya mostrado siempre será un soplo amable de agua fresca, de vida, de esperanza, de paz, de pensamiento y sentimiento.
Travesía de la noche
En ciertos pueblos perdidos en las montañas de Guatemala, manos anónimas crean los muñequitos quitapenas. Ellos son un santo remedio contra las preocupaciones: despreocupan a los preocupados y los salvan de la peste del insomnio. Los muñequitos quitapenas no dicen nada. Ellos curan escuchando. Agazapados bajo la almohada, escuchan los pesares y los penares, las dudas y las deudas, tormentos que acosan el dormir humano, y mágicamente se los llevan lejos, muy lejos, al secreto lugar donde ninguna noche es enemiga.
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